“…tú
no puedes comprar el viento, tú no puedes comprar el sol, tú no puedes comprar
la lluvia, tú no puedes comprar el calor,…”
Canción Latinoamérica, del Grupo Calle 13
Introducción
El
agua es un recurso vital por su rol como componente en diversos ciclos como el
clima, la alimentación, la salud y el medio ambiente. Aún no se ha encontrado
otra sustancia, ni natural, ni fabricada que sustituya sus funciones. Es el
principal elemento constituyente del cuerpo humano (60 – 70% es agua) y de casi
todos los organismos vivientes. Por tales razones, investigadores plantean que
el agua será el recurso que defina el desarrollo sostenible.
La
sostenibilidad de los recursos hídricos se valora a través de indicadores que
demuestran la disponibilidad de agua en cantidades suficientes para suplir las
necesidades (agrícolas, industriales y domésticas), con calidad de acuerdo a
los requerimientos de cada tipo de uso y con posibilidades de acceso para todos
los ciudadanos.
Casi
tres cuartas partes del planeta Tierra están cubiertas por agua. Se estima que
el volumen existente es de 1400 millones de kilómetros cúbicos, pero solo una
pequeña parte es dulce y accesible para su empleo, la cual alcanza el 0,5% de
ese total. Buscando un símil se podría decir que si se
coloca toda el agua del mundo en una bañera, la disponible para el uso y
consumo humano cabría en una cuchara.
El
manejo inadecuado de los recursos hídricos ha provocado que la disponibilidad
de agua en muchos países haya disminuido considerablemente. En el año 1950 solo
nueve países enfrentaban una escasez crónica, sin embargo, se estima que si
continúan los patrones de producción y consumo actuales en el 2025 más de 50
naciones presentarán esa situación, la demanda será 56% mayor que la capacidad
de suministro. A esto se agrega el deterioro de la calidad de las aguas causado
por la contaminación.
Organismos
internacionales (Organización Mundial de la Salud y la FAO, entre otros)
definen entre 20 y 50 litros diarios por persona el umbral de pobreza del agua.
Una cantidad muy baja para satisfacer las necesidades básicas de un individuo.
Aun así, estadísticas de Naciones Unidas indican que en el año 2010 en el mundo
había más de 1100 millones de personas que carecían de acceso a fuentes de agua
potable y más de 2600 millones (casi la mitad de la población total de los
países en desarrollo) sin acceso a saneamiento básico; por esa razón mueren
cada día cerca de 4500 niños, la mayoría en países “en desarrollo”, la diarrea es la segunda causa de muertes de niños
menores de 5 años; en esas mismas naciones fallecen 3,5 millones de personas
por enfermedades causadas por la calidad de las aguas. Esas cifras son
superiores a las ocasionadas por las guerras.
La
escasez de agua, sea por poca disponibilidad o por falta de calidad, amenaza la
producción de alimentos, la salud pública y la estabilidad política y social de
cualquier país afectado, por eso está vinculada a la soberanía nacional y debe
estar apegada a instrumentos jurídicos y legales. No obstante, las Naciones
Unidas no contemplaron el derecho al agua en la Declaración Universal de
Derechos Humanos, aprobada por su Asamblea General el 10 de diciembre de 1948.
Pasaron 62 años para que, a iniciativa de Bolivia, el 28 de julio de 2010,
luego de 15 años de debates, se aprobara la resolución A/64/L.63/Rev. 1 que “reconoce que el derecho al agua potable y el
saneamiento como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de
todos los derechos humanos” (ONU 2010). La votación no fue unánime, no hubo
votos en contra pero sí 41 abstenciones, en las que predominaron países del
poderoso norte, entre ellos Austria, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos,
Irlanda, Islandia, Japón, Luxemburgo, Malta, Holanda, Suecia y Reino Unido.
Algunos de esos gobiernos todavía se oponen a que el Consejo Mundial del Agua[1] reconozca este derecho
humano. En la página web y otros medios de difusión del Foro Mundial del Agua
se hace mención a su importancia pero en la Declaración ministerial aprobada el
13 de marzo de 2012, no hay un reconocimiento explícito del derecho humano al
agua (Bocanegra 2012).
El
agua es un bien social, sin embargo, no se ve como tal debido a despreciables
intereses de grupos de poder, que utilizan los recursos hídricos como
instrumentos de manipulación política y económica.
Esas
contradicciones fomentan la aparición de dos tendencias en los análisis de cómo
manejar las aguas:
1. “El agua es un bien de consumo, comercializable en el mercado”,
sostenida por las grandes corporaciones y grupos de poder.
2. “El agua es un bien asociado al derecho a la vida,
es un derecho humano, por tanto es innato, inalienable e innegociable”,
sustentada por la comunidad internacional y especialmente por los pueblos
originarios.
Con
la primera tendencia, el agua se convierte en un elemento estratégico para
quienes quieren controlar el mundo a través de la especulación con las
producciones de alimentos básicos, tanto para el consumo humano como para la
fabricación de agrocombustibles. Según esa idea, el control del agua está
íntimamente relacionado con el acaparamiento de tierras que ocurre desde hace
años. Expertos plantean que lo importante en los proyectos de acaparamiento no
es solo la tierra, sino los recursos naturales[2] que subyacen en ella,
incluida el agua y los derechos ilimitados a su acceso y disponibilidad (Duch
2012). Ese control de las aguas propone una política neoliberal de
privatizarlas, que tendrá consecuencias geopolíticas a corto plazo, pues es una
expresión del modelo económico capitalista de desarrollo en el cual la
acumulación de capital está ligada al control sobre los recursos naturales
abundantes y baratos, incluyendo los alimentos, el agua y la energía (Kay &
Franco 2012).
Al
agua la han convertido en una mercancía. Según Willem Buiter (economista jefe
de Citigroup) en un futuro no muy distante, el agua se convertirá en “la más importante clase de activos físicos
basados en materias primas, minimizando al petróleo, cobre, materias primas
agrícolas y metales preciosos” (GRAIN 2012a).
La
visión de los pueblos originarios y los sectores campesinos es diferente, ellos
hacen una gestión sostenible del agua, la emplean en sus sistemas productivos y
la devuelven a los cauces de drenaje o los acuíferos con calidad para ser
reutilizadas.
La
matriz de uso del agua a nivel mundial identifica a la agricultura como el
mayor consumidor de este recurso, aproximadamente el 70% del agua que se extrae
es empleada en los sistemas agropecuarios. Sin embargo, no todos los sistemas
agrícolas usan el agua de la misma manera. Los que realmente la dilapidan son
las grandes empresas, privadas y estatales.
El
acaparamiento de agua no solo se realiza en los proyectos agropecuarios, sino
que tiene otras formas más encubiertas, pero que también afectan a la comunidad
internacional. Algunos ejemplos son:
·
Cuando
las empresas petroleras perforan en las cercanías de las costas y arrebatan a
los pescadores tradicionales sus áreas de pesca.
·
Cuando
las empresas petroleras provocan la “fractura
hidráulica”[3] y contaminan suelos y
acuíferos.
·
Cuando
se instalan granjas camaroneras en las costas que afectan las tradicionales
áreas de pesca.
·
Cuando
las empresas mineras utilizan grandes volúmenes de agua para lograr su
producción[4], lo hacen en detrimento de
las posibilidades de otros usuarios de este recurso. Por otro lado, sus
residuales son vertidos en los cauces naturales o se infiltran en los suelos y
provocan la contaminación de ambos.
Cuando la huella hídrica
externa[5] de un país es alta puede ser
una estrategia porque tiene escasez de agua, pero también está externalizando
su impacto ambiental, por tanto es una forma de colonialismo de los recursos
naturales, especialmente del agua.
[1] Consejo Mundial del Agua: una institución que agrupa a gobiernos y sus
autoridades, organizaciones intergubernamentales, empresas transnacionales,
organizaciones de la sociedad civil, asociaciones de usuarios del agua,
asociaciones profesionales e instituciones académicas, y que ha contado con el
apoyo del Banco Mundial y otras organizaciones internacionales. Desde 1997
organiza el Foro Mundial del Agua cada tres años, el último se desarrolló en
Marsella, Francia, del 12 al 17 de marzo de 2012.
[2] Las potencias capitalistas, las grandes corporaciones y los círculos
de poder en el mundo tratan de acaparar todos los recursos naturales, de
convertir en mercancía cada uno de ellos. Con ese objetivo convierten el aire
en un servicio ambiental a través del secuestro de carbono que realizan los
bosques y toda la cobertura vegetal del planeta. Al privatizar los bosques y
pagar por su conservación se van adueñando del aire y lo cambian por la
contaminación que realizan todas sus industrias.
[3] La fractura hidráulica es un proceso de inyección de químicos a
presión que derriten las rocas dentro de un pozo petrolero para sacar el
petróleo atrapado en las ramificaciones de las fisuras del subsuelo. Es una
técnica contamina el terreno y los acuíferos.
[4] Para extraer una onza de oro (aproximadamente la cantidad necesaria
para hacer un anillo) se emplea un promedio de 7 a 8 mil litros de agua; para
obtener una tonelada de cobre se emplea entre 30 y 500 mil litros de agua.
[5] La huella hídrica externa es la resultante del consumo de bienes
importados, o sea, el agua que se utiliza para la producción de bienes es del
país exportador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario